¿Qué es la mutilación genital femenina (MGF)?

La MGF consiste en cualquier procedimiento que suponga la extirpación parcial o total de los genitales externos femeninos u otro tipo de lesión a los órganos genitales femeninos por razones culturales, religiosas o de otro tipo, pero no médicas.

¿A cuántas mujeres y niñas afecta?

Se cree que más de 200 millones de niñas y mujeres han sido víctimas de algún tipo de MGF. Pero los índices de MGF están aumentando, como consecuencia del crecimiento de la población mundial. Las niñas y mujeres que han sido sometidas a la mutilación genital femenina viven principalmente en África subsahariana y los Estados árabes, pero la mutilación genital femenina también se practica en algunos países de Asia, Europa del Este y América Latina. También se practican entre las poblaciones migrantes en Europa, América del Norte, Australia y Nueva Zelanda.

 

¿Cuántos tipos de MGF existen?

La Organización Mundial de la Salud (OMS) ha identificado cuatro tipos:

Tipo I, también denominado clitoridectomía: Resección parcial o total del clítoris y/o el prepucio.
Tipo II, también denominado escisión: Resección parcial o total del clítoris y los labios menores, con o sin escisión de los labios mayores.
Tipo III, también denominado infibulación: Estrechamiento y cierre de la abertura vaginal. El cierre se forma al cortar y recolocar los labios menores y/o los labios mayores. Puede realizarse con o sin resección del clítoris. La infibulación crea una barrera física para el coito y el parto. 

Tipo IV: Todos los demás procedimientos lesivos de los genitales femeninos con fines no médicos, por ejemplo: la perforación, la incisión, el raspado o la cauterización.

 

Otros términos relacionados con la MGF son: 

La incisión se refiere a la realización de cortes en el clítoris o a la extirpación del prepucio clitoral, pero también a las incisiones practicadas en la pared de la vagina y a la incisión en el perineo y la sínfisis.
La desinfibulación hace referencia a la realización de un corte a la altura del orificio vaginal cuando se ha practicado una infibulación. El objetivo es permitir la penetración durante las relaciones sexuales o facilitar el parto.
La reinfibulación es la práctica mediante la que se vuelven a coser los labios exteriores tras la desinfibulación.

 

¿Cuáles son los tipos más comunes?

Los tipos I y II son los más comunes, pero existen variaciones entre los países. El tipo III —la infibulación— la experimentan alrededor del 10% de las mujeres afectadas y es el más practicado en Somalia, el norte del Sudán y Djibouti.

¿Cómo afecta la MGF a la salud de las mujeres y las niñas?

La MGF conlleva graves consecuencias para la salud sexual y reproductiva de las niñas y las mujeres.

Las repercusiones de la MGF dependen de varios factores, como el tipo que se practique, la pericia de quien la lleve a cabo, las condiciones higiénicas en las que se realiza, el grado de resistencia y el estado de salud general de la niña/mujer que se somete al procedimiento. Las complicaciones pueden aparecer en todos los tipos de MGF, pero son más frecuentes en la infibulación.

Las complicaciones inmediatas incluyen dolor agudo, hemorragia, tétanos o infección, retención de orina, ulceración de la zona genital y lesión del tejido adyacente, infección de la herida, infección urinaria, fiebre y septicemia. Las hemorragias y las infecciones pueden ser tan graves que llegan a causar la muerte.

Las consecuencias a largo plazo incluyen anemia, formación de quistes y abscesos, formación de tejido queloide, daño a la uretra que produce incontinencia urinaria, dispareunia (coito doloroso), disfunción sexual, hipersensibilidad de la zona genital, mayor riesgo de transmisión del VIH, complicaciones durante el parto, además de efectos psicológicos.

 

¿Qué consecuencias tiene para el parto?

Un estudio reciente ha revelado que las mujeres que se habían sometido a la MGF, en comparación con las que no lo habían hecho, se enfrentaban a un riesgo notablemente mayor de requerir una cesárea, una episiotomía y una estancia prolongada en el hospital, y también de sufrir hemorragia posparto.

Las mujeres infibuladas sufren partos prolongados y obstrucción del parto, lo que a menudo se traduce en la muerte del feto y en fístulas obstétricas. Los hijos de las madres que se han sometido a formas más amplias de MGF corren un mayor riesgo de morir en el parto.

 

¿Por qué existen distintos términos para denominar la MGF, como la ablación genital femenina y la circuncisión femenina?

La terminología utilizada para este procedimiento ha sufrido varios cambios.

La primera vez que esta práctica centró la atención internacional, se hacía referencia a ella como «circuncisión femenina». (En África Oriental y Septentrional, este término suele utilizarse para describir el tipo I de MGF.) Sin embargo, el término «circuncisión femenina» ha recibido críticas por establecer un paralelismo con la circuncisión masculina y crear confusión entre las dos prácticas, por otra parte muy distintas.

Este término oculta las serias consecuencias físicas y psicológicas de la mutilación genital en la mujer. La circuncisión femenina tiene distintas implicancias para la salud. 

El término «mutilación genital femenina» lo utiliza un amplio abanico de organizaciones en pro de la salud y los derechos humanos de la mujer. Establece una clara distinción con respecto a la circuncisión masculina. Además, el uso de la palabra «mutilación» enfatiza la gravedad del acto y refuerza la idea de que la práctica es una violación de los derechos humanos fundamentales de las mujeres y las niñas. 

A finales de la década de los noventa, se introdujo el término «ablación genital femenina» en parte como respuesta al descontento con el término «mutilación genital femenina». Existe la preocupación de que las comunidades encuentren degradante el término «mutilación», o que implique que los padres o los que la practican realizan este procedimiento con malas intenciones. Algunos temen que el término «mutilación genital femenina» margine a las comunidades que la practican o incluso que se produzca una respuesta adversa, con el posible incremento del número de niñas sometidas a la práctica.

Algunas organizaciones aceptan ambos términos y hacen referencia a la «mutilación/ablación genital femenina».

¿A qué edad se practica la MGF?

Depende. En algunas zonas, la MGF se realiza durante la infancia, incluso un par de días después del nacimiento. En otras, se lleva a cabo durante la niñez, a la hora de contraer matrimonio, durante el primer embarazo de una mujer o tras el nacimiento de su primer hijo. Informes recientes sugieren que la edad ha ido disminuyendo en algunas zonas y la mayoría de las MGF se realizan a niñas de entre 0 y 15 años.

¿Quién realiza la MGF?

La MGF suelen realizarla personas mayores de la comunidad (normalmente mujeres, pero no únicamente) designadas para desempeñar esta tarea, o parteras tradicionales. En determinados pueblos, la MGF pueden realizarla curanderos, barberos, miembros de sociedades secretas, herboristas o a veces una pariente.

En algunos casos, son los profesionales médicos los que realizan la MGF. Esto se da en llamar medicalización de la MGF. Según estimaciones recientes, aproximadamente a una de cada cinco niñas sometidas a la MGF les practicó la ablación un proveedor de atención médica cualificado. Los países donde la mayoría de casos de MGF son practicados por personal sanitario son Egipto (38%), el Sudán (67%), Kenya (15%), Nigeria (13%) y Guinea (15%).

 

¿Qué instrumentos se utilizan para practicar la MGF?

La MGF se realiza con cuchillos especiales, tijeras, bisturíes, trozos de cristal o cuchillas. No suelen utilizarse anestésicos ni antisépticos a menos que el procedimiento lo lleven a cabo profesionales médicos. En comunidades donde se practica la infibulación, a las niñas les atan las piernas para inmovilizárselas durante 10 o 14 días y permitir así la formación de tejido cicatricial.

¿Por qué se practica la MGF?

En cada una de las sociedades en las que se practica la mutilación genital femenina, esta es reflejo de una manifestación muy enraizada de la desigualdad de género. Allí donde su práctica está muy extendida, la MGF cuenta con el apoyo tanto de hombres como de mujeres, que, por lo general, no la cuestionan, y cualquiera que se aparte de la norma puede enfrentarse a la condena, el acoso y el ostracismo. A las familias les resulta difícil abandonar la práctica sin el apoyo del resto de la comunidad. De hecho, se suele practicar incluso a sabiendas de que inflige daño a las niñas, porque consideran que los beneficios sociales son más altos que sus desventajas.

Las razones que se dan para justificar la práctica de la MGF entran dentro de cinco categorías:

Razones psicosexuales: La MGF se realiza como una forma de controlar la sexualidad de la mujer, que a veces se cree que es insaciable si parte de los genitales, sobre todo el clítoris, no se extirpa. Se piensa que asegura la virginidad antes del matrimonio y la fidelidad después, y que aumenta el placer sexual masculino.
Razones sociológicas y culturales: La MGF es vista como parte del rito de iniciación que marca la transición de niña a mujer y como una parte intrínseca de la herencia cultural de una comunidad. A veces los mitos sobre los genitales femeninos (por ejemplo, que un clítoris no extirpado crecerá hasta alcanzar el tamaño de un pene, o que la MGF aumentará la fertilidad o ayudará a la supervivencia del hijo) perpetúan la práctica.
Razones higiénicas y estéticas: En algunas comunidades, los genitales femeninos externos se consideran sucios y feos y se extirpan ostensiblemente para promover la higiene y el atractivo estético.
Razones de tipo religioso: Aunque ni el islam ni el cristianismo aprueban la MGF, suele utilizarse una supuesta doctrina religiosa para justificar la práctica.
Factores socioeconómicos: En muchas comunidades, la MGF es un requisito previo al matrimonio. Allí donde la mujer depende en gran medida del hombre, la necesidad económica puede ser un potente impulsor del procedimiento. A veces la MGF es un requisito previo para obtener el derecho de herencia. También puede ser una gran fuente de ingresos para los profesionales.

 

Dado que la MGF forma parte de una tradición cultural, ¿se puede condenar?

Sí. La cultura y la tradición proporcionan un marco para el bienestar humano, y los argumentos culturales no pueden utilizarse para consentir la violencia contra las personas, hombres o mujeres. Además, la cultura no es algo estático, sino en constante cambio y adaptación. No obstante, las actividades en favor de la eliminación de la MGF deberían desarrollarse y aplicarse teniendo en cuenta el trasfondo cultural y social de las comunidades que la practican. El comportamiento puede cambiar cuando la gente comprende los peligros de ciertas prácticas y cuando se dan cuenta de que es posible abandonar las prácticas nocivas sin abandonar aspectos significativos de su cultura.

¿Tiene alguien derecho a interferir en tradiciones culturales ancestrales como la MGF?

Todo niño tiene derecho a ser protegido del maltrato, en todo lugar y en todo momento. El movimiento para erradicar la MGF —que suele tener un origen local— pretende proteger a las niñas de sufrir un daño profundo, permanente y completamente innecesario. Las pruebas demuestran que la mayoría de las personas de los países afectados quieren dejar de mutilar a las niñas, y que el apoyo total a la MGF está en declive incluso en países donde la práctica es casi universal (como Egipto y el Sudán). Erradicar la MGF requerirá de una colaboración intensa y prolongada por parte de todos los miembros de la sociedad, incluida las familias y las comunidades, los líderes religiosos, los medios de comunicación, los gobiernos y la comunidad internacional.

¿Qué dicen las mujeres y las niñas que han experimentado la MGF? (fuente UNFPA)

Las mujeres de todo el mundo comparten sus experiencias y abogan por el cambio.

«Es lo que mi abuela llamaba las tres penas de una mujer: el día de la circuncisión, la noche de bodas y el nacimiento de un hijo». Extraído de «Las tres penas de una mujer», un poema somalí.

«Mis dos hermanas, nuestra madre y yo misma fuimos a visitar a nuestra familia a nuestro país. Creía que íbamos de vacaciones. Un poco más tarde, nos dijeron que nos iban a practicar una infibulación. El día anterior a que se llevara a cabo la operación, otra niña fue infibulada y murió en la operación. Teníamos mucho miedo y no queríamos compartir el mismo destino. Pero nuestros padres nos dijeron que era obligatorio, así que fuimos. Nos resistimos; realmente creímos que íbamos a morir de dolor. Una mujer te tapa la boca para que no grites, dos más te sujetan el pecho y otras dos las piernas. Después de que nos realizasen la infibulación, nos ataron las piernas con cuerdas, así que fue como si tuviéramos que aprender a caminar de nuevo. Teníamos que intentar ir al baño. Si no podías orinar durante los diez días siguientes, es que algo iba mal. Supongo que tuvimos suerte. Nos fuimos recuperando poco a poco y no morimos como la otra niña, pero el recuerdo y el dolor nunca se fueron del todo». Zainab, que fue sometida a una infibulación a los 8 años (extraído de la OMS).

«Si tengo una hija, nunca la someteré a la mutilación o a la ablación genital, y le enseñaré las consecuencias de la práctica desde pequeña». Kadiga, Etiopía.

«En mi pueblo hay una niña más pequeña que yo a la que no han cortado porque hablé del tema con sus padres. Les dije lo mucho que me había dolido la operación y cuánto me había traumatizado y me había hecho desconfiar de mis propios padres. Decidieron que no querían que eso le pasara a su hija». Meaza, 15 años.